La burbuja de las webs baratas y lo que de ellas quedó

Las webs baratas o cualquier otra denominación con la que algunas agencias y algunos desarrolladores captan clientes es una consecuencia del daño que ciertas prácticas han hecho al oficio en los últimos años.

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Breve historia de las web baratas

Atrás quedaron los tiempos en los que por una web diseñada en WordPress se pedían cifras astronómicas que, visto en perspectiva, tenían mucho de pillaje.

Es cierto que la competencia era mínima, así que los precios se marcaron por lo alto y la burbuja comenzó a engordar.

El auténtico drama llegó cuando el grueso de la población se hizo eco de esta atractiva fuente de beneficios, así que toda persona dispuesta a reciclarse por el bien de su cuenta corriente se lanzó al diseño o a la maquetación de páginas web.

La primera sospecha de que la burbuja estaba a punto de explotar vino de la infinidad de cursos que aparecieron a la par que este interés. Sospecha que, por otra parte, denotó que había interés en que tuvieras interés en desarrollar webs con WordPress.

Y la cosa petó. La demanda creció pero no al mismo nivel que todas esas personas que, con ojitos en forma de dólar, se frotaban las manos ante tamañas expectativas.

Algunos maquetadores bajaron los precios.

Dispuestos a hacerse con su trozo del pastel, estalló una guerra de precios en los que solo las agencias pudieron mantenerse firmes. Los freelance vieron que por cada uno de ellos surgía un primo o un hijo de un amigo que hacía el mismo trabajo que ellos, y con unas tarifas irrisorias.

Rectifico, no era el mismo trabajo.

Los que estuvimos atentos al fenómeno atendimos a las primeras víctimas de la burbuja. Clientes insatisfechos con el resultado final que, por lo general, respondían a esta descripción:

Clientes que esperaban más de lo que luego obtuvieron

No se les puede decir eso de “tienes lo que pagas” ya que nadie les advirtió que las webs baratas conllevan un desarrollo pobre.

Podían sospechar que el servicio era en exceso económico, pero cuando la necesidad aprieta, las decisiones precipitadas son comprensibles.

El buen profesional solo tira sus tarifas si hay un motivo de peso de por medio. Toda propuesta en la que horas de trabajo y honorarios discrepen, deberían rechazarse o informar al cliente de la envergadura del proyecto. Otra cosa es que este acepte las condiciones.

Clientes que acabaron con la misma web que tiene el vecino

Otro drama. La democratización del diseño web y el posterior abaratamiento de costes supuso una mecanización de los procesos de creación.

Las mismas plantillas, los mismos plugins para resolver incidencias que en otras circunstancias se resuelven con una pequeña línea de código…

Porque diseñar webs con WordPress es una terminología que reduce drásticamente las personas involucradas en un proyecto.

En muchas ocasiones, el diseñador no es desarrollador, y el desarrollador no es maquetador. Y cuando entran en juego factores como el SEO, ni te cuento. Si tienes suerte y das con una persona que controla todos estos aspectos, genial, palmitas, pero de lo contrario…

Clientes con webs lentas u obsoletas antes de nacer

Hace unos años abundaban mucho, pero también es cierto que este tipo de clientes ha aprendido la lección y se han dejado de parches en beneficio de una web nueva.

Pero los que acudían a Discursiva en busca de ayuda para sus webs, reclamaban lo mismo:

  • Más velocidad.
  • Mejor diseño.
  • Diseño responsivo.
  • Mejor usabilidad.

En el primer caso, accedías a la backoffice y descubrían más de 20 plugins instalados, algunos de ellos sin uso.

En el segundo, el desarrollador no supo sacarle partido a la plantilla de WordPress, cuya configuración es un proceso que, en muchos casos, tiene tela.

El tercero es producto de nuestros tiempos, no entraré en él.

Y la usabilidad también responde a las herramientas empleadas, de una complejidad enorme para el usuario final. Hablo de constructores visuales, shortcodes a tutiplén y opciones de tema inagotables.

El estado actual de las cosas (o algo parecido)

El desarrollo de webs es un baño de lágrimas. Por suerte, la burbuja es historia y la gente que queda sabe lo que se hace. Existen excepciones, pero hay de todo en la viña del Señor.

En mi caso, el presupuesto se ciñe a las horas que voy a trabajar. Llevo tiempo en esto, sé lo que cuesta en tiempo cada fase del desarrollo, y si bien puedo pillarme los dedos, el baremo es bastante coherente.

En Discursiva no se cobra por instalar un WordPress y nos gusta que el cliente final sea autosuficiente. A día de hoy, que no os engañen, instalar WordPress se resuelve con un par de clics dentro de la backoffice del proveedor de hosting. Otra cosa es que quieras configurar ese mismo WordPress para que no surjan sorpresas en el futuro, como estragos en tu posicionamiento o una sobrecarga en los recursos del servidor.

Por experiencia, sé que los primos y los hijos de vuestros amigos no saben hacer esas cosas.

Por Bill Jiménez

Copywriter y diseñador web con más de diez años de experiencia. Soy la cabeza visible de Discursiva y controlo lo bastante de marketing digital como para que tu marca o empresa salga beneficiada.